Este testimonio anónimo nos llega desde Ecuador, tras la breve visita de un grupo de jóvenes a la tumba de Valeria.
Días antes de Semana Santa, dos hermanas —Siervas del Hogar de la Madre— y un grupo de chicas, íbamos de camino a Playa Prieta y pasamos por el cementerio donde está enterrada Valeria. De pronto, la hermana hizo una parada inesperada y nos dijo: «Chicas, vamos a entrar al cementerio a saludar a Valeria y a encomendarle el encuentro». Las chicas saltábamos de alegría, porque para algunas era la primera vez que iban a la tumba de Valeria.
Al estar allí, se sentía muy fuerte a Valeria, se sentía paz, sentíamos que ella nos sonreía. De seguro estaba contenta de que estuviéramos allí. Al estar frente a ella, yo le pedía que me ayudara a vivir bien el Encuentro de Semana Santa, ya que ella siempre estaba dispuesta a entregarse con una generosidad sin límites.
Valeria es un modelo y un ejemplo de cómo debe vivir cada joven, entregado totalmente y sin reserva al Señor.