Mayra fue mi monitora en mi primer campamento, en Manta. Ella era una chica muy especial, muy buena, muy entregada. La verdad es que me impresionaba muchísimo su abandono en el Señor. Ella sabía y tenía bien clara su vocación: amaba su vocación. Transmitía el amor de Dios a través de su vida.
Ella me ayudó a vivir bien mi primer campamento. Me decía que tenía que abrir mi corazón a la voluntad del Señor, que no era necesario que yo le hablara tanto al Señor, más bien que me dedicara a escucharle y a amarle.
Mayra y Jazmina fueron las primeras chicas que conocí cuando llegué al Hogar. Las saludé y me agradaron. Cuando las vi por primera vez era como si ya las conociera desde siempre.
¡Las recuerdo con mucho cariño!
Chelita con las Siervas y algunas amigas