Jazmina y Mayra me ayudaron a entrar en el Hogar de la Madre. Ellas me dijeron, en un Encuentro de Semana Santa, que yo les hacía recordar mucho su entrada al Hogar. Recuerdo que, ese día, yo solo lloraba y no sabía por qué. Ellas me dijeron que habían sentido lo mismo. Era una alegría inexplicable de pensar por qué el Señor me había elegido a mí y, al mismo tiempo, el dolor de saber que estuve tanto tiempo cerca de Dios pero ofendiéndole.