Julia McCambridge:
Su convicción de amar de cualquier forma, en cada momento, era y sigue siendo un estímulo y una inspiración.
Julia McCambridge viajó a España en 2011 para participar en la Jornada Mundial de la Juventud con el Hogar de la Madre. Fue allí donde se encontró con la Hna. Clare por primera vez.
Mi primer encuentro con la Hna. Clare María fue en 2011, cuando estaba por comenzar mi segundo año de universidad. Llegué a España como peregrina, entusiasmada por unirme a las Siervas del Hogar de la Madre en su peregrinación y participación en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.
Hna. Clare, Courtney McHale, Elisabeth Philip y Julia McCambridge durante la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid
Mi primer recuerdo de la Hna. Clare es de una alegría completa y radical. Fui testigo de su fe viva día tras día. Se podría decir que irradiaba fe y estaba armada de humildad. Su sonrisa era cautivadora; su buen humor, contagioso. Su modo de hablar era dinámico y siempre solía hablar de la relación entre fe y vida.
Hablaba siempre con convicción. Sabía ser real y hacer bromas, a la vez que su humor era un canal hacia el misterio y la belleza de la fe. Aunque el tiempo pasado con la Hna. Clare fue breve, me doy cuenta de que su ejemplo puro de fe, esperanza y caridad seguirá llamándome a elegir la alegría que se deriva de un don radical y completo de sí.
Pude pasar unos dieciséis días con la Hna. Clare. Durante ese tiempo, fui testigo de su perseverancia, amor abnegado, increíble buen humor, profundidad de fe. Dio su “sí” cada día, a pesar del cansancio, la tentación de auto-compasión o las simples y rutinarias tareas de la vida diaria. Su convicción de amar de cualquier forma, en cada momento, era y sigue siendo un estímulo y una inspiración.
Recuerdo que era su sonrisa lo que parecía marcar la diferencia, lo que destacaba. No era cualquier sonrisa, como un gesto pasajero; más bien era como si con ella dijera: “Sí, conozco las luchas de la vida. Pero la mayor agonía es llevar una vida sin conocimiento o aceptación del ardiente amor de Jesús. Vale la pena dar todo por él.”. No hay límites en el amor.
No hay duda de que la alegría pura de la Hna. Clare, que es el fruto de su sacrificio, fue su camino de unión con Dios. Su vida fue una preparación para la eternidad.
En cuanto tuve noticia de su muerte, me venció la tristeza, pero fue un dolor acompañado también por una cierta paz e incluso alegría. Esto es porque murió como vivió: completamente abierta a la voluntad del Señor en su vida, eligiendo aceptar solo Su amor para poder compartirlo con los demás. Por este motivo, parece que no es casual que su fallecimiento tuviera lugar en el domingo del Buen Pastor. En su sacrificio ha imitado a nuestro Buen Pastor olvidándose totalmente de sí misma para entregarse a Dios y a los demás.
Que la Hna. Clare ruegue por nosotros para que podamos seguir su ejemplo alegre en nuestras vidas y elegir estar totalmente abiertos a la voluntad de Dios, porque por una vida vivida para Él vale la pena todo.