Hna. Ana Mª Cabezuelo, SHM: Siempre me impresionó la docilidad y la obediencia de la Hna. Clare. Le podía pedir lo que fuera que jamás ponía alguna objeción, alguna mala cara, alguna queja, alguna desgana...
En numerosas ocasiones, fui –por llamarlo de alguna manera– «compañera artística» de la Hna. Clare dentro de la Comunidad. Nuestras actuaciones eran muchas veces espontáneas durante las sobremesas, sin preparación alguna; otras veces las preparábamos previamente con motivo de alguna fiesta o celebración.
La Hna. Clare encarnaba muy bien sus dos personajes de Carlitos y Nicasia, al cual solía añadir yo mi papel de Teo o de locutora de radio. Uno de nuestros números consistía en hacer participar a Carlitos y a Nicasia en un concurso de radio prometiéndoles como premio una bicicleta. La obsesión de Nicasia era siempre el color naranja y, por supuesto, si ganaba una bicicleta tenía que ser naranja. La «locutora» les iba haciendo una serie de preguntas absurdas, que se caían por su propio peso, pero que resultaban muy difíciles para Carlitos y Nicasia. Preguntas de este tipo: ¿Cómo se llama una santa que era de Asís y su nombre es parecido al de una clara de huevo…? Nicasia y Carlitos echaban humo pensando y pensando hasta que salían por peteneras respondiendo cualquier tontería. Eso nos hacía reír mucho a todos. El momento brillante de la actuación llegaba cuando por fin Nicasia ganaba la bicicleta pero descubría que no era de color naranja. Su reacción era romper a llorar y ahí era cuando estallaban ya las risas de la Comunidad.
Recuerdo particularmente unos programas de Navidad para niños que grabamos un año en Radio HM. Yo preparé los guiones y repartí los papeles. Hubo que dar voz a la locutora, a la abuela, a Juan, a Lucía, a Teo, al Niño Jesús, al posadero, al pastor, a la pastora, al pregonero, a la vaca, a la estrella… Con rapidez pasábamos de una voz a otra y nadie hubiera pensado que en el estudio de radio solo estuvieran dos personas. Siempre me impresionó la docilidad y la obediencia de la Hna. Clare. Le podía pedir lo que fuera que jamás ponía alguna objeción, alguna mala cara, alguna queja, alguna desgana… Yo le decía: «Aquí tienes que decir esto así… Aquí en esta parte cantas…». Y la Hna. Clare improvisaba y lo hacía. Yo era consciente de que ella había trabajado en estas cuestiones del cine y programas de televisión y, por tanto, tenía más experiencia y más habilidades que yo, pero con toda humildad hacía lo que le decía sin dar la mayor importancia. Nunca levantó la barbilla haciéndome notar su «categoría profesional», todo lo contrario, aceptaba con alegría su papel y ponía en ello todo el corazón.
He de decir también que en todos estos trabajos por las almas nos reíamos mucho y lo pasábamos genial.